Las aves son las principales víctimas del tráfico de fauna en el departamento, según cifras de la Car. En los últimos dos años, de los animales incautados, 411 corresponden a especies como guacamayas, águilas, loros, entre otros
Este centro de rehabilitación, ubicado a una hora de Bogotá, ha recibido entre enero y mayo de este año 270 especies de aves, mamíferos y reptiles, que han sido recuperadas en operativos realizados por la Corporación Autónoma Regional (CAR) de Cundinamarca.

Las aves son las principales víctimas del tráfico de fauna en el departamento, según cifras de la entidad. En los últimos dos años, de los animales incautados, 411 corresponden a especies como guacamayas, águilas, loros, entre otros.
Les siguen los reptiles, con 340 individuos, y después los mamíferos, con 129 especies recuperadas.
Una vez ingresan al centro de rehabilitación se les realiza una valoración de su estado. “La mayoría llega en malas condiciones. Hay aves que vienen con demasiado peso, porque no se les manejó una dieta adecuada. En el caso de las loras, esto es indicio de que solo las alimentaron con pan y chocolate. Muchas no conocen las frutas”, cuenta Laura Vargas, una de las veterinarias que trabaja en el centro.
Además, cuenta la profesional, los animales llegan en su mayoría con marcas de laceraciones, malformaciones físicas, heridas de elementos cortopunzantes, signos de desnutrición, entre otras condiciones.
El intento de domesticación de animales silvestres genera consecuencias en los comportamientos de los animales, según explicó Lina Álvarez, bióloga de Bioandina.
“Hay individuos que están tan improntados con los humanos que no se recuperan. Desarrollan comportamientos amistosos con nosotros y no nos ven como un peligro. Esto en un ambiente natural no es viable para un animal”, señaló Álvarez.
Indica, por ejemplo, que hay aves a las cuales les ponen una réplica de una boa y no reaccionan como un animal silvestre, que saldría volando, lo que demuestra que pierden ciertas habilidades, por lo que no podrían ser liberadas.
Fuente: El Tiempo/Michael Cruz Roa