Los tiempos cambian y con ello las costumbres, lo que antes era diversión, es altamente probable que al día de hoy sea algo completamente incómodo.
Hace muchos años vivir en Bogotá era el hito más grande que un respetable provinciano deseaba más que nada, disfrutar de majestuosidades que para la época eran inconcebibles en la humildad de un municipio que solo ofrecía el dia y la noche, mirando las mismas caras y todo parecía ser igual ante el inminente concepto del “desarrollo y progreso” que claramente no se ve en aquellas épocas en los municipios teniendo que acudir a diversiones más simples y muchas veces sintiendo quizás la frustración de estar rezagado en aspectos sociales, por supuesto no es el caso de todos y para otros simplemente es un asunto sin la menor importancia.
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Los pájaros le tiran a las escopetas
Pero el asunto cambió, hasta hace relativamente poco tiempo (menos de 15 años quizá) la ciudad se volvió caótica, el tren de vida se triplicó, el afán se convirtió en un sentimiento más, la delincuencia descomunal y la inseguridad garantiza un buen susto al menos una vez a la semana, de la noche a la mañana esa bella utopía platónica de la ciudad ideal perdió el brillo a manos de eso que tanto deseaban, del progreso constante y la modernización que trajo consigo beneficios y a la vez perjuicios tan indeseables hasta el punto de voltear a ver a sus “anticuados vecinos municipales” buscando una vía de escape que en nada se parezca a la ciudad y su mar de gente al menos durante un fin de semana, aunque algunos osados van más allá y de una u otra forma analizan el modo de irse definitivamente de la selva de cemento entendiendo que el costo de vida es más alto que vivir en la ciudad.
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Lo artificial empieza a aburrir
Ya no es el centro comercial lo que más atrae o los mega sitios de alta alcurnia donde tan solo pedir algo es necesario hacer el curso social de cómo solicitarlo, la simplicidad acaparó el gusto capitalino por los municipios que ofrecen una vida sencilla pero funcional, cubriendo necesidades sin detenerse en detalles superfluos que a la larga son un punto de masificación humana donde lo importante no es ir a ver la película sino que los vean sentados al frente de cualquier establecimiento importante irónicamente disfrutando de algún producto barato comprado en tienda de barrio.
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De municipio independiente a localidad Bogotana
Quede sorprendido al escuchar al periodista Nestor Morales de BluRadio decir en la mañana en uno de sus programas la frase “la localidad de Chía” es decir, dentro de algunos años, el expansionismo bogotano se tragara literalmente a estos municipios de Sabana Centro tal y como sucedió por ejemplo con Soacha y lo peor de todo es que no es una probabilidad, es una realidad asegurada y nefasta porque simplemente la identidad de un respetable y bello municipio insignia como Chía se verá anexionada y posteriormente cuando la modernidad y sus tentáculos sean más extensos le tocará el turno a la futura localidad de Cajicá y sin misericordia ya no será la capital de la sal sino la increíble “localidad de Zipaquirá”
Pero mientras lo anterior ocurre, si señoras y señores, ahora la ciudad no es la que manda en el descanso de los provincianos y menos aún es el anhelo de estos porque después de todo, la tierra de donde somos solo necesitaba una cosa: mirar el caos ciudadano para apreciar la paz y tranquilidad que un agradable municipio tiene aun para ofrecer, ese algo llamado “verdadera calidad de vida”.
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